Cuarentena educativa

Pretendía yo escribir unas líneas acerca de la situación actual que todos vivimos. Sin embargo, consideré que debido a la sobreinformación que actualmente disponemos tenía poco sentido hablar de si el gobierno lo ha hecho bien o mal o de si la población española era consciente de la situación y cosas por el estilo. Quizás analice todo esto cuando la crisis en la que nos encontramos sumergidos haya concluido, disfrutando de la ventaja que siempre tiene analizar las cosas desde la distancia y la reflexión. No obstante, he considerado necesario que los estudiantes tengan una voz con la que identificarse y vaya germinando en ellos una semilla de rebeldía ante las situaciones injustas a las que por desgracia creo que nos enfrentaremos. El parón que ha afectado a toda la comunidad educativa ha puesto en evidencia las deficiencias que la educación pública española presenta. Lejos de centrar el foco en la actuación de los docentes en esta convulsa situación, prefiero primero sobrevolar la actualidad analizándola de manera sucinta.

Al igual que hemos comprobado que los recortes en la sanidad pública pueden salir muy caros, hemos podido ver las limitaciones que presenta la educación a distancia tanto en colegios como en institutos y universidades públicas. Todo esto lleva a que la crítica generalizada que los docentes están recibiendo sea injusta y desproporcionada, pues es difícil que estos construyan una casa de dos plantas si solo disponen de unos cuantos ladrillos. A esto hay que añadir que la situación de colegios e institutos es sumamente complicada, pues a la realidad de no tener unos medios adecuados que faciliten la docencia virtual se une la edad de los chiquillos. Todos estos ingredientes hacen que la docencia a distancia se antoje difícil, por lo que una cantidad razonable de deberes quizás sea la mejor medicina durante este periodo.

Ahora bien, la situación que vivimos muchos estudiantes universitarios es indefendible, vergonzosa y humillante. No hace falta decir que cada estudiante, profesor, facultad y universidad es un mundo; pero yo hablo de la situación que me rodea y que comparten muchos compañeros. Empecemos por ser conscientes de que las clases a distancia no van a ser tan provechosas como las presenciales, al menos para todas aquellas personas que no están habituadas a dicha actividad. Una videoconferencia puede ser quizás lo que más se asimile, y realmente no creo que se le pueda reprochar nada al profesor que use este método, ya sea de mejor o peor manera, para al menos aclarar dudas y explicar de manera breve y general nuevos conceptos.

Sin embargo, muchos estudiantes nos encontramos con otra situación. Mientras que en colegios e institutos las clases a modo de videoconferencia son de imposible realización por no decir un suicidio, las universidades tienen quizás más recursos para esta práctica. En mi caso, la asistencia a clase es obligatoria en casi todas las asignaturas pues «es indispensable asistir a clase para atender a las explicaciones del temario.» Junto a estas clases se suelen subir a la plataforma virtual una serie de documentos Pdf, presentaciones o artículos que complementan lo explicado en clase. ¿Cuál ha sido la respuesta de esos profesores que obligan a asistir a clase porque sin sus maravillosas lecciones suspendes la asignatura? Limitarse a subir los documentos que se suben habitualmente al campus y decir que en ciertas horas les puedes hacer preguntas por la plataforma porque te responden al momento. Desde Poncio Pilatos no se vio tal lavada de manos. Hemos pasado de asistir 12 horas mensuales a una asignatura y aun así tener dudas, a sustituir esas 12 horas presenciales por «podéis hacerme preguntas si no entendéis algo.»

Por último, las tareas. Los ejercicios, deberes o como quieran llamarlo son una de las mejores soluciones, por no decir la mejor, para afianzar conceptos. Antes de que se me malinterprete, creo que el profesor de instituto no debe limitarse a mandar dos ejercicios o tres. Ahora bien, una cosa es mandar 5 o 6 ejercicios para realizar en dos días y otra muy diferente es mandar 45 ejercicios de una sola asignatura a realizar en tres días. Simplemente, no seamos gilipollas. Lo mismo en universidades.

Cuando todo este caos finalice, el estudiante universitario no debe dejarse ser pisoteado y humillado por una panda de chulos y prepotentes. Estos son aquellos docentes que a pesar de perder medio curso de clases, querrán mantener los mismo criterios de evaluación. Dirán que hemos podido consultar las dudas a través de la plataforma, como si fuéramos imbéciles y nos tragásemos esa excusa sin sentido. Si durante todo este periodo que pasemos en casa se siguen subiendo documentos y realizando tareas virtuales, se supone que las convocatorias oficiales de exámenes mantendrán la misma fecha. No tiene sentido alargar todo un mes más si durante el mes de cuarentena se han seguido «coordinando» las actividades previstas. Quizás la solución sea evaluar las múltiples tareas que se piden durante este periodo unidas a trabajos del alumno por cada tema una vez que volvamos y eliminar los exámenes acerca de un temario que no ha sido impartido. Trabajar un tema significa leer acerca de este y aprender, lo que se resumirá en una buena tarea con buena nota.

Desde aquí, fuerza a toda la comunidad educativa. Los estudiantes somos conscientes de la tarea que están realizando muchos docentes para que sus alumnos tengan el mayor número de facilidades posibles. También somos conscientes de que otros, espero que pocos, son una vergüenza para el sistema educativo. Fuerza y no se dejen pisotear cuando volvamos.