Así nos va

Fue en segundo de bachillerato cuando lo escuché por primera vez. Mi profe de lengua nos dio los documentos teóricos correspondientes a la parte de los textos periodísticos, y estos terminaban diciendo que la prensa era el cuarto poder. Judicial, legislativo, ejecutivo y… ¿prensa? Qué coño me está diciendo Jairo, pensó mi yo de aquel momento.

Con el tiempo cada vez valoro más aquel año y aquellos comentarios críticos. Dar mi opinión, argumentada, acerca de un tema me parecía una labor sencilla, pero a lo largo de estos años he reparado en la importancia que esta tarea que empecé a realizar en cuarto de la ESO tiene. Todo lo que he aprendido con respecto a este tema en estos cuatro años de universidad se resume en lo que nos dice mi profesor de sintaxis española: «Cuando recibís información tenéis que ser como Xavi Hernández. Este, cuando recibía la pelota, se giraba y miraba a su alrededor, y luego decidía dónde dar el pase. Ustedes debéis recibir la información, digerirla y analizarla para luego pronunciaros.» Todo esto que digo parece una gilipollez. Ese es el problema.

Hoy en día tenemos más información que nunca. Los aparatitos que nos controlan y saben todo de nosotros nos permiten acceder en segundos a Twitter, Facebook y un millón de páginas que nos bombardean con información. A todo esto debemos sumar las formas tradicionales de difusión de información: prensa y televisión. No voy a entrar a considerar que todos los medios de comunicación responden a los intereses de una clase que oprime desde finales del siglo XVIII, pues además de pasarme en extensión me desviaría del tema principal. Prefiero centrarme en la fe.

La sociedad de hoy en día tiene una fe ciega en todo lo que lee o escucha. Partimos de la premisa de que todo lo que se dice en televisión o prensa es cierto, sin dudar o reflexionar sobre aquello que se nos presenta: de dónde proviene y a qué intereses responde. Una noticia va a ser totalmente diferente si la leemos en un periódico u otro, pero nuestra función no debe ser quedarnos con un periódico, sino emitir un juicio que parta de nuestro análisis y reflexión. Es cierto que para ciertos temas como la política es más difícil emitir un juicio «limpio», es decir, nuestro, ya que son temas lejanos y complicados, y necesitamos de fuentes de información que nos clarifiquen qué ocurre, y a partir de ahí reflexionar nosotros.

Sin embargo, hay otros temas que te permiten olvidarte de la prensa y centrarte en un análisis propio. Claro ejemplo de ello es el fútbol. Cualquiera que me conozca sabe que soy un apasionado del Real Betis Balompié, y por consecuente vivo periodos convulsos en lo que respecta al club cada tres días. La prensa deportiva española es un circo, y la sevillana se caracteriza por ser simpatizante del equipo con más poder en la ciudad, algo lógico y básico en lo que a relaciones entre prensa y poder se refiere. Por tanto, tenemos un equipo más inestable que un velero en medio de una tormenta y una prensa que saca crédito de ver a ese velero en alta mar. Si a esto le sumamos que los aficionados al fútbol son aficionados al fútbol, se nos presenta un caldo de cultivo más que curioso.

¿Qué hago yo? Ni leo ni escucho lo que se dice al respecto del club, y si lo hago es por analizar los métodos y pasos que se usan para manipular a un rebaño. Es como leer un libro de manipulación para principiantes. ¿El resultado de mi práctica? La desesperación, impotencia y satisfacción que tiene todo aquel que piensa.